ANNUAL. RADIOGRAFÍA DE UN DESASTRE

ANNUAL. RADIOGRAFÍA DE UN DESASTRE

Por: Luis Durán Bueso (Lcdo. en Historia, Universidad de Alcalá de Henares)

Lo sorprendente del tiempo en que vivimos no es cómo se escribe la historia, sino cómo se borra. Mucho se ha escrito sobre el desastre de Annual, pero poco se han divulgado estos acontecimientos en los libros de texto y en la sociedad española. Analizar y sintetizar la tragedia que significó Annual (julio-agosto de 1921) requiere deconstruir todos los prejuicios a los que las corrientes historiográficas nos han llevado.

También se ha escrito bastante sobre la incapacidad y pésima organización del ejército español durante la Restauración, como sobre la actitud más o menos irresponsable del Rey Alfonso XIII, que le hizo en buena medida responsable del desastre, o sobre el poco entusiasmo que una guerra colonial suscitaba en una nación moribunda como España que aún no se había recuperado del desastre de 1898, año que representa hoy la manifestación de un retraso secular en todos los ámbitos de la vida nacional. Todos estos factores tuvieron su peso en la ecuación colonial del Rif, pero no podemos tomarlos ni como absolutos ni mucho menos como decisivos.

No cabe duda de que el Ejército español era anticuado e inerme. Carecía prácticamente de flota tras el desastre naval sufrido en Cuba en 1898. Un ejército en el que sobraban oficiales – si se compara con el ejército francés – y en el que el sistema de cuotas y reclutamiento eran además de injustos, poco efectivos a pesar de que la Constitución de 1876 reconocía en su artículo tercero el deber para todos los españoles de defender con las armas al país. Las campañas que hubo a primeros de siglo para recaudar fondos destinados a la compra de ambulancias militares eran significativas de la falta de recursos. En definitiva, el sistema fiscal de la Restauración gravaba los productos básicos y eximía en buena medida las rentas altas y el patrimonio, condenando a las clases populares a llevar el mayor peso fiscal y humano en los gastos para la defensa nacional.

A principios del siglo XX, el ejército español tenía 499 generales, casi seiscientos coroneles y unos 24.000 oficiales, más del doble que el ejército francés, cuando Francia era una nación mucho más poblada y con recursos mayores. Sin embargo, frente a esta escasez de recursos sorprende que los Presupuestos Generales del Estado de la época dedicaran una nada desdeñable partida económica al ejército. El presupuesto destinado a Guerra en 1909, año de los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona, era de 218 millones de pesetas. En 1921 alcanzaría los 627 millones de pesetas, y de estos, unos 150 millones fueron destinados directamente a Marruecos.  Como acertadamente afirmó el Ministro de la Guerra entre noviembre de 1917 y marzo de 1918, Juan de la Cierva, buena parte del presupuesto en vez de emplearse en la modernización del material y en la compra de recursos se empleaba en el pago de salarios a un número excesivo de oficiales. Se calcula que había un oficial por cada cuatro soldados.

La amistad personal de Alfonso XIII con el general Manuel Fernández Silvestre, protagonista de la debacle que nos atañe, era conocida de todos. Las arengas del Rey a su amigo instándole a tomar Alhucemas para el 25 de julio de 1921 día del Patrón de España fue, cuando menos, pueril e irresponsable. Fernández Silvestre era un General con una magnífica hoja de servicios desde la guerra de Cuba, pero a quien su osadía, su velada rivalidad con el mando superior – el General Dámaso Berenguer – y su deseo de complacer al Rey le hicieron perder la noción de la realidad indispensable en cualquier operación militar. Esa rivalidad entre Silvestre y Berenguer, hábilmente disimulada por la cortés correspondencia epistolar que ambos mantenían, fue un factor a tener en cuenta en el desastre militar de Annual. Bien conocido es el dicho de que en la guerra es preferible un general mediocre a dos generales brillantes, en referencia a que la rivalidad de estos perjudique la unidad de mando y sea aprovechada por el enemigo. La guerra no sólo tiene una dimensión bélica, tiene también un componente político y diplomático de gran importancia. Era igualmente importante conocer la psicología del enemigo, más aún cuando el contrario no era otro ejército europeo, sino indómitas cabilas rebeldes que, lideradas bajo el clan de su caudillo Abd-El-Krim, máximo representante de los Beni-Urriaguel, decidieron levantarse en armas contra España de una manera organizada a partir de1920. Los rifeños llegaron a tener a comienzos de ese año grupos armados bien pertrechados que ya no eran solo harkas, sino un ejército disciplinado y hábilmente dirigido. Muchos de sus hombres consiguieron los fusiles Mauser, excelente arma que era la reglamentaria del ejército español, gracias en buena medida a la corrupción de numerosos mandos españoles que hacían negocio con su venta y que los rifeños utilizaban para sus luchas entre clanes.

General Silvestre. Fotos de Wikipedia

Del liderazgo de Abd-El-Krim se han escrito muchas páginas, y no es errado considerarle como el primer líder anticolonialista contemporáneo. Como muchos de ellos, disfrutó de una buena educación bajo la protección de la nación ocupante. No en vano, desde tiempos de Hammurabi, tenemos conocimiento de que las potencias que conquistaban un territorio practicaban la aculturación de las élites de las sociedades dominadas. Abd-El-Krim, cuyo nombre era Muhammad Ibn ‘Abd el-Karim El-Jattabi, comenzó su andadura de colaboración con la administración española en el periódico melillense “El Telegrama del Rif[1], desde donde escribía artículos en los que se apoyaba la presencia de España en el Protectorado. De ahí pasaría a colaborar en la Oficina Central de Asuntos Indígenas, órgano fundamental para controlar y conocer las cabilas rifeñas. Los sueldos que recibió por ambos empleos no fueron nada desdeñables, y la administración española no escatimaba gastos en tener contentas a las élites del Rif. Podría ocupar un libro extenso la historia de los pagos que España concedió durante años no sólo a Abd-El -Krim, sino a su padre, a su familia y a numerosos líderes tribales rifeños porque, en definitiva, un trabajo político de atracción y soborno a veces ahorraba sangre.

La colaboración con España por parte de Abd-El-Krim suscitó recelos entre líderes de otras cabilas, y estos recelos serían aprovechados por los españoles para evitar una coalición de tribus en su contra mediante el ancestral divide y vencerás. No en vano cuando el padre de Abd-El Krim – llamado Abd-El-Krim igualmente – ayudó a los españoles para intentar un primer desembarco en Alhucemas en 1911[2], sus rivales quemaron buena parte de sus tierras y se vio obligado a huir, teniendo las autoridades de la zona que buscarle un cómodo exilio en Tetuán con una pensión mensual que pasó de 75 a 250 pesetas, cantidad importante e inimaginable para cualquier oficial del ejército. Comenzaba en este momento un frenesí por parte de la administración colonial española para tener contentos a los Beni Urriaguel entorno a Abd-El-Krim, quien aumentaría su prestigio y poder cuando fue nombrado Cadí de Melilla en 1913.

Este aparente control de la administración y servicios secretos españoles sobre las harkas rifeñas va a verse seriamente alterado por el inicio la Primer Guerra Mundial (1914 – 1918). Uno de los vectores de la presencia militar española en África fue la explotación de las Minas del Rif, donde industriales y políticos catalanes y vascos tenían importantes intereses. El desarrollo del ferrocarril y su seguridad eran vitales para el poder económico. La Compañía de Minas del Rif y La Colonizadora fueron las dos grandes sociedades encargadas de la explotación minera de la zona. Un interesante debate sería analizar los pingües beneficios e intereses que la industria catalana y vasca, así como el nacionalismo catalán y vasco tuvieron a través de la política colonial española durante la Restauración, pasando desde Cuba hasta Marruecos, pero este sería un debate que excede el objetivo del presente artículo.

La Alemania del Kaiser Guillermo II siempre había tenido intereses económicos en la zona, pero su lucha contra Francia, aliada de España en el Norte de África, le llevó a tejer una exitosa red de espionaje en la que empresarios y hombres de negocio germanos comenzaron a ofrecer inigualables sumas de dinero a los jefes de tribus rifeñas a cambio de su colaboración en la venta de tierras y en medidas contra el dominio español. Un conocido ejemplo fue la sociedad alemana Mannesmann AG, que focalizó si objetivo en yacimientos en los que los Beni Urriaguel tenían su dominio.

Los contactos del padre de Abd-El-Krim con los alemanes llegaron a tal punto que Francia protestó enérgicamente ante España por ello, desencadenándose un momento de fricción serio en la colaboración franco-española en el Norte de África. Este fue el origen de un cambio de actitud de las autoridades españolas hacia Abd-El-Krim. A partir de entonces se inició un proceso en el que algunos oficiales españoles como Vicente Sist, acusaron al líder rifeño de trabajar contra España. En este mosaico de intereses y rivalidades tribales que era el Rif, había motivos de peso para dejar de complacer al líder de los Beni Urriaguel, como eran los negocios que algunos oficiales españoles tenían con El Cheddi, rival de la familia de Abd-El-Krim.

Aunque Abd-El-Krim cuenta con el apoyo del General Gómez – Jordana, Alto Comisario en Marruecos, comenzó un proceso de congelación del apoyo económico español que fue seguido de acusaciones por actividad antiespañola que desembocaría finalmente en su encarcelamiento. El intento de huída de Abd-El-Krim de prisión, en el que una accidentada caída le provocó una cojera de por vida, fue un contratiempo que el rifeño seguramente nunca olvidaría y utilizaría hábilmente en su causa.

A pesar del fin de la Guerra Mundial en noviembre 1918, las Autoridades Españolas no llegan a hacer efectivo el siempre anhelado desembarco de Alhucemas, en el que la familia de Abd -El -Krim estaba interesada para intentar ser el único poder local contra las familias rivales y poder ser el único interlocutor de las autoridades españolas. Esto, unido a la desconfianza mutua y al profundo conocimiento que el caudillo rifeño tenía de la debilidad militar española, fueron el caldo de cultivo para que, en nombre de la yihad, levantase en armas numerosas kabilas contra España. Desde 1919 hasta bien entrado 1920, Abd-El-Krim no ejercería aún una presión seria contra España, más bien se tomó su tiempo para organizar su propio ejército y un Estado embrionario y campamental, cuya fuente legal era la Sharia o Ley Islámica.

Ese mismo año de 1920 muere en Axdir el padre de Abd-El-Krim, se cree que envenenado por los servicios secretos españoles, oscuro episodio del que seguramente nunca sabremos la verdad. Lo cierto es que 1920 fue el año del inicio del enfrentamiento entre los Beni Urriaguel y España. Nada pudo favorecer más los planes de Abd-El-Krim que la obsesión, por parte del General Fernández Silvestre, de llegar a Alhucemas por tierra en tiempo récord.

La pregunta que todos los historiadores y estudiosos del desastre de Annual siguen haciéndose es por qué tuvo ese afán el General Silvestre de llegar tan rápido a Alhucemas. Una explicación pudo ser su deseo de ser el primero en establecer esta gesta y complacer al rey Alfonso XIII. Buena parte del Estado Mayor era contraria a esa precipitación, incluso el propio Berenguer. Pero estas reservas y prudencias de un buen número de altos oficiales españoles cayeron en saco roto porque Silvestre tenía lo más importante; el apoyo del Rey Alfonso XIII y su relativa autonomía operativa en la parte oriental del Protectorado Español en Marruecos. El expediente Picasso, análisis posterior de los motivos del desastre, no oculta esta obsesión de Silvestre:

“ .. y en general sería materia prolija recopilar los juicios  adversos vertidos en el curso de las actuaciones que se resumen en los conceptos de que fue prematuro el intento por falta de aseguramiento de los territorios atrás ocupados, y de la preparación política y material en la ejecución, y desmedido en su alcance, y que fue, en suma, desacierto, temeridad e impremeditación aventurar el avance de Abarrán, obrando con un exceso de arrojo o ciega confianza que solo puede explicar el impaciente deseo, la obstinación de llegar a Alhucemas a toda costa…”[3]

Hasta febrero de 1921, la Policía Indígena había reprimido duramente los poblados rifeños e incluso los pocos aparatos de aviación de que disponía el ejército de África se dispusieron a ametrallar civiles efectuando vuelos rasantes. Todo esto produjo un sentimiento de revancha en la población autóctona a tener en consideración. Lo cierto es que Silvestre comenzó un apresurado avance en el que tomó altitudes y puntos de vigilancia sin apenas armamento ni recursos de agua. Tomar cotas de altitud requiere una protección adyacente mínima, dado que en las cotas no hay agua. Además de la debilidad de líneas de abastecimiento, los aislados cuerpos de vigilancia de los blocaos de madera carecían de ametralladoras y tenían una munición muy escasa. La ametralladora, arma por excelencia de la Primera Guerra Mundial, probablemente hubiera salvado muchas vidas españolas pero escaseaba en el ejército español. En definitiva, los blocaos españoles – cuya etimología proviene del inglés blockhouse, fortificación habitual durante la Guerra Anglo-Bóer (1899-1902) – en sí mismos no ofrecían una resistencia sólida ante un enemigo numeroso y bien entrenado.

Como Pierre Dumas ha puesto de relieve, el guerrero rifeño tenía tres cualidades esenciales que le hacían peligroso: una frugalidad extrema que le permitía soportar falta de alimentación en duras circunstancias, un desprecio total hacia el peligro y una extraordinaria seguridad en el tiro. Su familiaridad con las armas era una tradición  enseñada desde la infancia.[4], y su frugalidad era consecuencia de soportar años de malas cosechas en la inclemente agricultura norteafricana.

Con todo, Silvestre consigue en los primeros meses de 1921 un avance espectacular, aunque arriesgado; Dar Drius, Tafersit, Beni Said y muchas otras posiciones. Sin embargo, estas posiciones carecían de algo aún más vital: el agua. Las peticiones y mensajes de estos blocaos con los centros de aprovisionamiento se hacían a través de heliógrafo, un rudimentario sistema que se basaba en la utilización de la reflexión de la luz del sol para efectuar frecuencias del código Morse. Si se producía un ataque nocturno, hasta que no llegaba la luz del día no se podía pedir ayuda a la posición más próxima.

Dadas las circunstancias, el Coronel Morales preparó un informe al General Silvestre advirtiéndole que convenía no avanzar más en verano y consolidar posiciones hasta el otoño. La reacción de Silvestre fue la opuesta, la de avanzar lo más rápido posible, aprovechar el hambre que había en los poblados rifeños antes de la cosecha para poder tener éxito. A pesar de que este avance fue permitido por el General Berenguer, ambos cometerían un grave error de cálculo. En una de sus reuniones con notables musulmanes de tribus amigas, expuso Silvestre públicamente que su objetivo era la toma de Alhucemas por tierra, y Berenguer hizo lo propio sin tapujos en la prensa española. El secreto operativo, clave de toda estrategia militar moderna, fue fácilmente conocido por los rifeños, muchos de cuyos líderes leían la prensa española.

Llegada la primavera de 1921, Abd-El-Krim tenían aún contacto con numerosos españoles, sobre todo empresarios vizcaínos interesados en expandir su industria en las minas del Rif, desde hombres enviados por Horacio Echevarrieta, hasta los socios de la compañía Setolázar[5], éstos últimos con una amistad de muchos años con la familia de Abd-El-Krim. Las autoridades militares españolas veían bien estos contactos, pues pensaban que llevarían a la familia de Abd-El-Krim a volver a relaciones de convivencia pacífica con España. Los industriales vascos cumplían una doble misión; afianzar negocios para su industria siderúrgica, a cambio de un pago a Abd-El-Krim por su colaboración y frenar el malestar de los Beni Urriaguel contra España. A esas alturas Abd-El-Krim es tanteado por emisarios del general Silvestre para un pacto pacífico, o al menos un acuerdo satisfactorio para ambas partes que no entorpeciera el camino hacia Alhucemas.

Horacio Echevarrieta y el líder rifeño Abd el-Krim, 1923. Wikipedia

Sin embargo, el general español cambia de estrategia y atiende a las peticiones de los enemigos de Abd-El-Krim de actuar contra sus partidarios empleando aviones para bombardear el mercado del Rabaá de Sidi Bouafiff. Silvestre considera necesaria una demostración de fuerza, y este bombardeo, en el que perecen incluso niños, será rentabilizado por Abd-El-Krim para afianzar su jefatura y su guerra contra el invasor español.

A finales de abril y principio de mayo de 1921, el General Silvestre acude a la Península a tratar con el rey Alfonso XIII sobre cómo iba la campaña, y para despachar con el Ministro de Guerra, Luis de Marichalar, Vizconde de Eza, la necesidad de más material y más tropas. Esto último le sería denegado, a pesar de que Silvestre le informó de la necesidad urgente de refuerzos en su aventurado plan.

Una vez vuelta en el escenario africano, los servicios secretos españoles, a través del Coronel Morales informan a Silvestre de que Abd-El-Krim está irritado por el cañoneo de población civil y su deseo de que los españoles no avancen hacia Alhucemas hasta pasado un tiempo. Probablemente este mensaje de Abd-El-Krim fuera un velado Telegrama de Ems que hirió el orgullo de Silvestre quien le llevaría a la convicción de que lo que deseaba Abd-El-Krim era tomar Abarrán.  Abarrán era una posición de importancia estratégica relativa, pero que la tomase un caudillo rifeño perjudicaría el prestigio y la reputación de Silvestre, y eso era algo que el general español no podía tolerar.

El General Silvestre no quiso escuchar las incómodas informaciones que le daba el Coronel Morales, excelente conocedor del mundo rifeño, y procedió a su destitución nombrando en su lugar al Comandante José Villar. El primer encargo de Villar fue preparar una avanzada de policía indígena para tomar Abarrán. Allí tenía también la misión de tejer entre los temsamaníes – rivales seculares de los Beni-Urriaguel – su colaboración con España, pero no sabía que buena parte de aquellos estaban ya unidos a la causa de Abd-El-Krim, y los españoles fueron por lo tanto engañados. La traición tuvo más éxito cuando Villar confesó la estrategia y plan operativo del General Silvestre a los temsamaníes.

Sólo le quedaba a Abd-El-krim esperar el momento. El líder rifeño había conseguido organizar su retaguardia, tenía bien armados y pertrechados a sus soldados, y había conseguido que se pasaran a su bando numerosos miembros de la policía indígena que antaño estuvieron a las órdenes de España. La cosecha de 1921 fue excepcionalmente buena debido a las lluvias de los meses de febrero y marzo, lo que había permitido que el abastecimiento de los rifeños fuese de longue durée. Nada parecido a la situación española, donde el sistema de blocaos era más que insuficiente para el abastecimiento del soldado español, pues dependía de convoyes para el suministro de comida y agua que tenían que recorren caminos intransitables. A ello hay que añadir el efecto psicológico que debía tener en jóvenes soldados inexpertos verse encerrados sin poder salir en un espacio de veinticinco metros cuadrados en medio de la nada y a riesgo de los certeros disparos rifeños.

No eran pocos los oficiales que desaconsejaban la toma de Abarrán ante las noticias del creciente número de rifeños en armas. Hombres de la experiencia del Coronel Riquelme, o el Teniente Coronel Fernández Tamarit, así lo manifestaron con certera anticipación. La ocupación del Monte Abarrán fue un ejemplo clásico de lo que no debe hacer un Ejército desde el punto de vista táctico y logístico.

Los sacos que iban a apilarse para proteger a los soldados de las balas estaban en su mayoría podridos, y las estacas que clavaban los zapadores se movían debido a lo suelta que era la tierra. Todo ello sin pensar en la falta de agua ante cualquier ataque, dado que en las cotas no había obviamente pozos y los blocaos carecían de aljibes.

Tampoco eran pocos los oficiales que desaconsejaban que hubiese tanta tropa de la policía indígena en esta operación temiendo que se pasaran al enemigo en el peor momento, como así fue. Una vez tomado el Monte Abarrán, El Comandante Villar regresó con sus hombres a Annual, pero la guarnición que dejó en el monte fue a todas luces escasa, y para colmo, aun proveyéndoles de artillería de campaña, se llevó consigo un elemento imprescindible en un asalto enemigo a corta distancia; las ametralladoras Colt. En un contexto de ataque de infantería en proximidad, el empleo de artillería de montaña no es tan útil ante un asalto masivo de hombres como el que recibieron los españoles allí apostados, poco más de doscientos cincuenta. Quizá la retirada de Villar con todo el precioso armamento para los defensores de Abarrán fue un acto de cobardía. Murieron prácticamente todos los defensores de Abarrán.

Sidi Idris, era una posición próxima a la costa cuya función era asentar un puesto de abastecimiento entre el mar y Annual, que era el campamento y núcleo operacional de Silvestre, vivió un hostigamiento que bien pudo acabar como Abarrán, pero la llegada de algunas ametralladoras y mordernos aeroplanos pudo frenar el asalto rifeño. Este pequeño revés para los rifeños no supuso problema alguno, pues Abd-El-Krim conocía la precariedad de la situación de Silvestre. El general español pidió una vez más refuerzos procedentes de Ceuta a Dámaso Berenguer, pero el Comandante en Jefe de Ceuta le recriminaría no haber sido informado con exactitud de cuál era la gravedad de la situación desde un principio.

Si bien en la tragedia hubo numerosos episodios de asaltos a fortificaciones españolas en los que la práctica totalidad de sus defensores murieron, nos centraremos en una somera descripción de Igueriben, el mismo Annual y Monte Arruit.

Igueriben tenía una proporcionada capacidad defensiva en hombres en comparación con otras posiciones, pero los caminos de acceso eran sumamente tortuosos y llenos de barrancos. La aguada estaba bastante distante y esto fue nuevamente aprovechado por los rifeños en su ataque a la posición. Silvestre había estado intentando enviar refuerzos al Comandante Benítez desde Annual, pero los defensores de Igueriben veían desde lo lejos como las tropas auxiliares del General Navarro tenían que replegarse una y otra vez ante el fuego rifeño. Las tropas defensoras de Igueriben llegaron a una situación extrema el 21 de julio; apenas tenían doscientos mililitros de agua por hombre, y al no poder enterrar los cadáveres fuera de la posición debido al incesante fuego enemigo el hedor era insoportable. Los soldados morirían deshidratados bajo un calor abrasador, y muchos, presos del síncope y la sed, bebían su propio orín.

El registro de los telegramas del Comandante Benítez a la posición de Annual es escalofriante; sabía que iba a morir junto con sus hombres. Tras el último comunicado, Benítez informa que va a disparar las doce últimas cargas de cañón y se prepara para morir junto con la guarnición. Dejando a un lado cualquier consideración ante la guerra, la actitud de este comandante, resistiendo y arengando a las tropas con su ejemplo, fue un acto de heroísmo. Fallecieron más de 320 hombres.

Ante la caída de Igueriben, el pánico generalizado llega a Annual, donde Silvestre tenía poca munición y después de reuniones nocturnas no ve otra salida que la evacuación de la posición a pesar de estar completamente rodeados, dado que no esperaba que los refuerzos prometidos por Berenguer llegasen a tiempo. Evacuar un ejército con animales de carga, piezas de artillería y munición era arriesgado y lento. La noche previa a la desbandada del 22 de julio, Silvestre envía telegrama al Ministro de la Guerra exponiendo su desesperada situación pero el tiempo apremiaba. No cesaban las reuniones en el campamento y se dispuso la salida de las tropas a las doce de la mañana en dirección a Melilla. Nada más salir comenzó el tiroteo rifeño y se produjo no una retirada, sino una huida temeraria en la que las tropas españolas huyeron como pudieron, desorientadas, exhaustas y carentes de un mando y organización.

Una creencia extendida es que Silvestre se suicidó, pero realmente no tenemos constancia de ello ni se encontró su cuerpo. Fuese como fuere, aún quedaba un puesto de difícil tránsito en el camino de huida hacia Melilla, el barranco de Izumar, paso estrecho sobre un precipicio del que los defensores habían huido y era complicado el tránsito. En este barranco hicieron los rifeños tres mil muertos y este fue el primer episodio conocido de torturas y degollamientos de los rifeños hacia los prisioneros españoles. Los que consiguieron salir intentaron reorganizarse, al mando del general Navarro en Dar Drius, con fin a poder atrincherarse en Monte Arruit. Navarro llegó a Dar Drius sobre las cinco de la tarde. A pesar de la falta de agua y comida, comenzó un frenético refuerzo de la posición, aunque apenas tenía dos mil hombres mal armados. En honor del General Navarro hay que reconocer hoy día su posición en vanguardia y a pie, para solidarizarse con su tropa. Afortunadamente, el Regimiento Alcántara compuesto por unos seiscientos hombres consiguió distraer a los rifeños efectuando sucesivas cargas desafiando a los disparos de éstos. De los seiscientos hombres de este regimiento, bien dirigidos por el Teniente Coronel Fernando Primo de Rivera y Orbaneja, murieron más de quinientos en las siete cargas de caballería que hicieron, dando su vida para proteger a los soldados que huían. Del Regimiento Alcántara solo llegarían vivos unos setenta hombres a la próxima posición de Monte Arruit, posición donde el Teniente Coronel Primo de Rivera moriría días después por  gangrena tras perder un brazo. El Regimiento Alcántara recibiría la Cruz Laureada de San Fernando en 2012. Un acto de heroísmo más dentro de esta guerra encarnizada.

Carga del Regimiento Alcántara. Cuadro de Ferrer-Dalmau. Wikipedia

Los supervivientes de Annual llegaron a Monte Arruit y el 25 de julio comenzó al sitio en toda regla de las tropas rifeñas a la posición española. En conjunto unos tres mil hombres componían la defensa de Monte Arruit, que era un acuartelamiento pequeño construido pocos años antes en 1916. Prácticamente no había agua, ni para beber ni para cocinar el rancho habitual de los soldados, compuesto a base de legumbres y arroz. Los rifeños tenían rodeados y sometidos a fuego intenso la posición española siendo la resistencia a primeros de agosto ya imposible y el General Navarro, sin munición ni recursos, recibía autorización a través de heliógrafo para pactar con los rebeldes.  Se llegó finalmente a un acuerdo con las fuerzas atacantes por la que se hacía prisioneros a los oficiales y se desarmaría a los soldados, permitiendo la salida de estos. Cuando los soldados españoles desarmados se disponían a partir hacia Melilla fueron asesinados a traición y pasados a cuchillo por los rifeños. Muy pocos lograron sobrevivir.

El desastre de Annual, significó heroísmo y también cobardía. Actos de disciplina y resistencia española pero también de corrupción, sobornos, y venta de material de oficiales a rifeños para lucro propio. Siendo prudentes, se calcula que como mínimo murieron 8.500 hombres.

Como en todo hecho histórico, siempre hay una cabeza visible que recibe la responsabilidad de los hechos, y en este caso la historiografía ha puesto esta responsabilidad – con muchos motivos para ello- sobre las espaldas del General Silvestre y, en menor medida, sobre Alfonso XIII. No obstante, convendría contextualizar que siempre hay más actores implicados. Todo aquel que estudie la trayectoria política del Vizconde Eza, Ministro de la Guerra durante el desastre, no hallará muchas referencias a su responsabilidad sobre los hechos, pero merecería la pena recapacitar que un año atrás, algunos oficiales le habían pedido encarecidamente que renovase el equipo y armamento de las tropas en África, más en un momento idóneo en el que las potencias que habían combatido en la Primera Guerra Mundial iban a vender material bélico a España bastante moderno y a precio razonable [6], y el Ministro hizo caso omiso.

Annual dañó hondamente el prestigio del Ejército, y puso de manifiesto su falta de medios. También puso de manifiesto la inoperancia de la administración española en general y del Ministerio de Guerra en particular. Annual nos recordó una vez más la imprudencia de un Rey que no creía en el sistema bipartidista caduco que él mismo representaba. Más allá del ámbito castrense, este desastre puso de manifiesto toda la crisis estructural en la que estaba sumida el sistema político de la Restauración instaurado desde 1876.

No cabe duda de que uno de los motivos del Golpe de Estado que Miguel Primo de Rivera dio en septiembre de 1923 – con la complacencia del Rey Alfonso XIII – fue este descalabro militar. Desde el punto de vista de numerosos oficiales del ejército, la corrupción política y la falta de cohesión nacional eran los causantes del desastre. Desde el punto de vista republicano, un Gobierno basado en un sistema electoral caciquil y apoyada en oligarquías financieras. Desde un punto de vista liberal, la Monarquía necesitaba una regeneración como la que Joaquín Costa reclamaba. Annual fue un divorcio de los militares frente a los políticos y de amplios sectores intelectuales frente a la Monarquía, y no cabe duda de su importancia en la caída de la institución casi diez años después.

En abril de 1931 Alfonso XIII partía al exilio y se proclamaba la Segunda República, comenzando un período de inestabilidad social, política y económica que desembocaría en la Guerra Civil, pero esa es ya otra historia.


ANEXO:

[1]Muy importante la figura de Cándido Lobera, (1871 – 1932) Director del diario melillense, propietario de próspero negocio familiar y jefe de la Junta Municipal de la Ciudad. Fue prototipo de alto cargo en la Restauración por su combinación de influencias económicas, políticas y su mecenazgo en el desarrollo de  Melilla.

[2] La toma y control efectivos de la bahía de Alhucemas era un objetivo táctico y estratégico desde la Conferencia de Algeciras de 1906, pero la falta de una flota impedía un desembargo que asegurase la cohesión entre la Yebala y el Rif.

[3] Expediente Picasso. Este expediente elaborado por el General Juan Picasso es un extraordinario documento y sigue siendo una de las fuentes primordiales para conocer el estado del ejército español y sus planteamientos antes del desastre de julio de 1921. Merece la pena conocer el voluntario olvido que de este expediente propiciaron tanto la dictadura de Primo de Rivera como los sucesivos gobiernos republicano y franquista. El expediente desapareció del Congreso de los Diputados en 1923, aunque Miguel Primo de Rivera, ante el temor de que la opinión pública considerase que su golpe de estado fue pronunciado para ocultar las responsabilidades de África, permitío que se enjuiciase a determinados altos mandos como el General Navarro, segundo jefe de la Comandancia General de Melilla, y el General Dámaso Berenguer, Alto Comisario en Marruecos en el momento del desastre de Annual. Los Tribunales militares dictaron leves condenas de inhabilitación y poco después, el 4 de julio de 1924, Alfonso XIII dictó una amplia amnistía, dando carpetazo a toda responsabilidad tanto real como de la oficialidad. Consciente de que había un interés en destruir el expediente por lo que al prestigio del Ejército pudiera afectar, el diputado D. Bernardo Mateo Sagasta  rescató el expediente Picasso y lo ocultó en la escuela de Ingenieros Agrónomos. Tras su devolución al Congreso durante la Segunda República, no fue hasta 1990 cuando el expediente fue recuperado en su totalidad y transferido al Archivo Histórico Nacional.

[4] Pierre Dumas, Le Maroc, París, Arthaud, 1931. Traducción de Sonia Ramos.

[5]Los Setolázar llegaron a pagar a Abd-El-Krim 400.000 pesetas para que las repartiera entre los notables de su tribu. Esto nos hace una idea de la colaboración entre las oligarquías financieras vascas y el expansionismo colonial del momento.

[6]La Comisión de Compras de Armamento remitió al Ministro en abril de 1921 una relación de armamento de gran calidad y variedad por valor de 8.000.000 de pesetas, a lo que el Ministro no solo no accedió, sino que ni se molestó en informar a otros oficiales. Berenguer y Silvestre nunca tuvieron noticias de ello.


Bibliografía:

-Jorge M. Reverte, El Vuelo de los buitres. El desastre de Annual y la Guerra del Rif, Galaxia Gutenber, Barcelona 2021.

– Juan Picasso González, De Annual a la República. El Expediente Picasso. Las responsabilidades de la actuación española en Marruecos.Madrid, 1931.

Miguel Martínez Cuadrado, La Burguesía conservadora (1874-1931). Alianza Editorial, Colección Historia de España Alfaguara. Madrid 1976


RECONSTRUYENDO ANNUAL

En este año que se conmemora el centenario de estos hechos fundamentales en la historia contemporánea de nuestro país, y que siendo transcendentales, como comentaba Luis en el artículo, son tan desconocidos para el gran público, Televisión Española produce un documental, Annual 1921, que actualmente se está rodando de mano de La Nave de Tharsis, prestigiosa productora de documentales y programas divulgativos como Arqueomanía, y en el que los miembros de los viajeros del tiempo estamos teniendo el gusto y el honor de participar.

Participamos colaborando con Imperial Service recreando diferentes escenas de los hechos históricos que se cuentan en el documental. Desde Monte Abarrán a la posición de Annual, de el barranco de Izumar a la caída de Igueriben, y por supuesto la defensa y caída del Monte Arruit y las heroicas cargas del Regimiento Alcántara.

También participamos en la recreación de la investigación del Expediente Picasso, rodada en el espectacular marco de la Academia de Infantería de Toledo, así como en la reconstrucción de escenas de la posterior y exitosa campaña de 1925 que comenzó con el que está considerado el primer desembarco anfibio moderno, el desembarco de Alhucemas, que se grabó en la base de la Armada de San Fernando en Cádiz con colaboración de la Armada Española.

Utilizando en la medida de lo posible y razonable uniformes, armamento y equipamiento de la época, el amor por la historia, la pasión y la entrega de la gente de Imperial Service y el buen hacer de la Barca de Tharsis harán de Annual 1921, toda una experiencia audiovisual espectacular, además de divulgar de forma rigurosa y amena unos hechos que no deberíamos olvidar.

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