Real de plata de los Reyes Católicos

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Reproducción fiel de un real de plata, perteneciente al período monetal de los Reyes Católicos, el cual se caracteriza por los intentos de unificar la diversidad monetaria existente en los diferentes reinos de la Península, especialmente en Castilla, reduciéndose el número de cecas que pasaron a ser controladas directamente por la Corona. Sus emisiones muestran las anexiones territoriales a las coronas de Castilla y Aragón.

Tamaño: 2,3 cm. diámetro
Material: plata (con pátina)

Sin existencias

Descripción

Real de plata de los Reyes Católicos

 

El período monetal de los Reyes Católicos se caracteriza por los intentos de unificar la diversidad monetaria existente en los diferentes reinos de la Península, especialmente en Castilla, reduciéndose el número de cecas que pasaron a ser controladas directamente por la Corona. Sus emisiones muestran las anexiones territoriales a las coronas de Castilla y Aragón, y responde, además, a la Real Pragmática de 1497, aprobada en Medina del Campo (Valladolid), donde se reforma el sistema monetal para ajustar su antigua moneda de oro, el castellano, al ducado veneciano de la Corona de Aragón, emitiéndose los primeros excelentes (que equivalían a dos ducados venecianos), manteniéndose en plata el real y en vellón, aleación de plata y cobre, la blanca.

El Real lleva en el anverso el escudo cuartelado de los reyes, y en el reverso el yugo y las flechas, divisas de los monarcas. Estas denominadas divisas galantes se fundan en la inicial de los
nombres de los monarcas y cada uno usaba la correspondiente a la inicial del otro, así a doña Isabel le correspondía el haz de flechas y a don Fernando el yugo.
Anverso: FERNANDVS • ET • ELISABET alrededor de una gráfila circular de puntos que contiene el escudo de armas coronado.
Reverso: REX • ET • REGINA • CAST • LEGIO ARAGO alrededor de una gráfila circular de puntos que contiene el Yugo y flechas.

 

La moneda de los Reyes Católicos

 

CASTILLA

Cuando en 1474 Isabel I se proclamó reina, Castilla atravesaba una época de convulsiones políticas. Las intrigas nobiliarias para apoderarse de la riqueza y del poder en detrimento de la Corona, junto a la cuestión sucesoria, conformaban una situación caótica. El poder real estaba muy debilitado y sus arcas vacías.

La economía castellana, fundamentada en la producción cerealista y en la ganadería ovina, atravesaba un período crítico. Las graves alteraciones climatológicas afectaron profundamente a la agricultura en el período 1450-1480. Como ejemplo se puede citar a la diócesis de Palencia en la que se perdieron gran parte de las cosechas entre 1458 y 1464. El noble vizcaíno, Lope García de Salazar, escribía en sus “Bienandanzas e Fortunas”: “En el año del Señor de 1474 ovo un año malo menguado de pan e de todos frutos en toda España, e Francia, e Bretaña. E fue todo esto al contrario de los otros tiempos susodichos, que fueron por seca. E este dicho año fue por mucho agua”.

Para completar el cuadro, a partir de 1460 apareció la inflación y hubo subida general de precios hasta finales de la siguiente década, así como un incremento sostenido de la renta de la tierra. (Por otra parte, la reforma fiscal acometida durante el siglo XIV y principios del XV favoreció a la nobleza, que vio incrementados sus ingresos en perjuicio del elemento más dinámico de la economía: las ciudades. Junto a la desaparición de antiguos impuestos locales como los de “yantares” y “fonsadera” aparecen otros de carácter general como “alcabalas”, “diezmos de aduanas”, “montazgo de los ganados”, “tercias reales”… La forma recaudatoria se modificó y los antiguos recaudadores municipales o reales desaparecieron para dar paso a una especie de arriendo del cobro para que la Corona y la nobleza pudieran percibir puntualmente los ingresos, aunque ello supusiera un incremento de la presión fiscal.

La nobleza recibió exenciones y percibió parte de los impuestos como pago por los servicios prestados al rey, con lo que los nobles eran cada vez más poderosos y la monarquía más débil. A causa de ello, durante el período de anarquía política que precedió a la entronización de Isabel, los ingresos reales eran sólo un 40% de los que percibía a principios de siglo.

 

CORONA DE ARAGÓN

En la Corona de Aragón, a lo largo del siglo XIV, la expansión territorial hacia el Mediterráneo, y el crecimiento de las ciudades catalanas, condujeron a un declive de la población rural que se acrecentó con la aparición de la peste negra. La nobleza reforzó los derechos señoriales sobre sus posesiones, al tiempo que endurecía las reglas que obligaban a los campesinos a permanecer ligados a la tierra. Los campesinos se quejaban al rey y a mediados del siglo XV, Alfonso V, el Magnánimo, les permitió formar un Síndico remensa (gremio de campesinos) y limitó los abusos señoriales. No obstante, el obispo de Gerona y la Generalitat de Cataluña, controlada por los nobles, obligaron al rey a retractarse.

El sucesor de Alfonso, Juan II, recabó la ayuda de los campesinos frente a la nobleza que apoyaba al Príncipe de Viana en el conflicto con el rey. En 1462 estalló la primera Guerra Remensa enfrentando al rey y campesinos contra la nobleza. Juan II, con el apoyo de Luis XI de Francia, ganó la guerra tras diez años de lucha, pero no pudo erradicar la servidumbre ni tan siquiera introducir reformas importantes.

Cuando Isabel y Fernando accedieron al trono se encontraron con un panorama de estancamiento agrícola, gran desarrollo ganadero, preponderancia de la nobleza y las arcas reales vacías. Ante ello, su primer objetivo fue someter a la nobleza y sanear la Hacienda.

La ganadería era, principalmente, ovina y practicaba la trashumancia. Estaba controlada por la Mesta que se constituyó como una organización privilegiada con libertad para pastar por todos los territorios y libre de los impuestos de montazgo, pontazgo e impuestos de paso. La Mesta poseía sus propios jueces cuyas decisiones eran refrendadas por el rey.

En la agricultura predominaba el cultivo extensivo de secano con el procedimiento del barbecho. Las tierras más próximas a los núcleos de población eran las huertas de frutas y hortalizas, tras ellas estaban los terrenos de cultivo de secano, cereales principalmente, más allá las tierras de pastos comunales y al final el bosque de gran importancia en la economía rural de la Edad Media. En la Corona de Aragón abundaba más la agricultura intensiva de regadío, sobre todo en el reino de Valencia y en las márgenes de los ríos.

La industria más extendida es la textil. En Cataluña comenzaban a fabricarse paños de lana para el mercado interior peninsular. La industria textil castellana era de baja calidad y fundamentalmente rural, por lo que los paños de calidad se importan.

Por ese tiempo comenzó a destacar la siderurgia vasca que exportaba productos de gran calidad a toda Europa.

El transporte y las comunicaciones interiores hasta ahora deficientes se reactivaron y mejoraron con el auge del comercio y el nacimiento de una importante red de ferias y mercados entre las que destacó la de Medina del Campo. Los transportistas eran arrieros y carreteros especializados en distintos tipos de mercancías.

Alcanzó gran desarrollo la marina mercante debido al comercio de la lana y al equiparse los navíos con instrumentos de navegación de origen musulmán.

El matrimonio de los Reyes Católicos unificó por primera vez las Coronas de Castilla y de Aragón, que pasarían juntas a sus sucesores, dando lugar a la Monarquía Hispana. Pero la unión personal de los reinos no entrañó la integración política de sus instituciones, pues cada reino mantuvo su personalidad diferenciada hasta la aparición de España como Estado nacional en el siglo XVIII.

Tan pronto como se instalaron en el trono, los Reyes Católicos se dedicaron a fortalecer el poder monárquico recortando los privilegios de la nobleza. Incorporaron a la Corona los maestrazgos de las órdenes militares, centralizaron la administración en torno al Consejo Real, redujeron los poderes de las Cortes, nombraron corregidores para controlar los municipios, reforzaron mecanismos de control como la administración de justicia y el ejército, crearon la Santa Hermandad y la Inquisición (1478) y reformaron el clero (1494), se sancionó a los nobles rebeldes y se reorganizó la hacienda real.

Para fortalecer la integración de sus reinos en torno a la religión cristiana, decretaron la expulsión de los judíos que no se convirtieran (1492). Una medida similar se adoptó con respecto a los musulmanes en 1502.

Fernando puso fin en sus Estados al problema de los remensas catalanes mediante la abolición de los malos usos y la consolidación de los contratos de enfiteusis (Sentencia Arbitral de Guadalupe, (1486) por los que se otorgaba el dominio útil de la tierra a los campesinos que, a cambio, debían de pagar un canon periódico al propietario o titular del dominio real.

 

SISTEMA MONETARIO

El sistema monetario se basaba en el oro, la plata y el vellón. La diversidad monetaria existente en los distintos reinos de España a la llegada de los Reyes Católicos tenía influencia musulmana y europea y los reinos integrantes de la Corona de Aragón emitían cada uno su propia moneda. Isabel y Fernando intentaron unificar los tipos monetarios, especialmente en Castilla. En 1471 se redujo el número de cecas existentes a seis y todas fueron consideradas reales.

La primera disposición unificadora fue la normativa para Castilla datada en 1475 por la que se establecía el castellano como unidad del oro. Se emitió asimismo el doble castellano, pieza que se denominó excelente por la pureza de su metal. También se permitió la emisión de moneda fraccionaria en oro, ¼ de excelente (½ castellano).

Para la plata se fijaba el real y sus divisores, medio y cuarto de real. En vellón, aleación de plata y cobre, acuñaron la blanca.

Fuente: La moneda de los Reyes Católicos (HISTORIA DE LAS MONEDAS)

 

Más información:

Dr. D. José María de Francisco Olmos Profesor Titular de “Epigrafía y Numismática” Universidad Complutense de Madrid. (PDF).

 

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