Colgante placa de Santorcaz. Réplica bañada en plata de la pieza carpertana original en bronce

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Colgante placa de Santorcaz (yacimiento carpetano). Réplica bañada en plata de la pieza carpertana original en bronce. La Placa de Santorcaz es una placa repujada en bronce de estilo celtíbero descubierta en Santorcaz, similar en cronología y factura a otras halladas en la necrópolis de Numancia, que parece que eran usadas como elementos decorativos.

En esta placa aparecen, junto a diversos motivos geométricos, un ciervo y varias aves cuya naturaleza es difícil de identificar. Su interpretación parece ser la representación del mundo del más allá (por las aves carroñeras) y, separado de él por líneas escaliformes, el mundo de la naturaleza (por el ciervo).

Tamaño: 6 x 4,5 cm.
Material: metal bañado en plata

Sin existencias

Descripción

Colgante placa de Santorcaz. Réplica bañada en plata de la pieza carpertana original en bronce. La Placa de Santorcaz es una placa repujada en bronce de estilo celtíbero descubierta en Santorcaz, similar en cronología y factura a otras halladas en la necrópolis de Numancia, que parece que eran usadas como elementos decorativos.

En esta placa aparecen, junto a diversos motivos geométricos, un ciervo y varias aves cuya naturaleza es difícil de identificar. Su interpretación parece ser la representación del mundo del más allá (por las aves carroñeras) y, separado de él por líneas escaliformes, el mundo de la naturaleza (por el ciervo).

Placa de Santorcaz

Pieza original expuesta en el Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid de la Placa de bronce decorada de Santorcaz (13,2 x 17,7 cm). Enmarcadas, en la parte de arriba, aparecen aves, y debajo, un ciervo.

Excavaciones arqueológicas en El Llano de la Horca (Santorcaz)

En Santorcaz, mucho antes de que la princesa de Éboli fuera allí encerrada y de que las Crónicas de un pueblo deleitaran a toda una generación, antes incluso de que Santorcaz tuviera ese nombre y de que la memoria escrita reviviera acontecimientos históricos sucedidos en este madrileño rincón, entre los siglos III y I a.C. los últimos carpetanos que, a pesar del imparable proceso de romanización, mantuvieron su identidad y sus señas indígenas, ocupaban un cerro estratégicamente situado.

Hoy día conocemos ese cerro como El Llano de la Horca y es uno de los yacimientos de cuya excavación, investigación e interpretación se encarga el Museo Arqueológico Regional, en una intervención programada desde el año 2001 y codirigida por Enrique Baquedano, Gabriela Martens y Miguel Contreras, técnicos del Museo y por Gonzalo Ruiz Zapatero, Catedrático de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid.

Cuando comenzamos nuestras excavaciones teníamos algunas referencias sobre este asentamiento de la Segunda Edad del Hierro, pero ya desde el principio se barajaba la idea de crear un Parque Arqueológico, con lo cual se eligió este yacimiento porque reunía, además, unas condiciones excepcionales. Por ejemplo, se encuentra en una localidad de fácil acceso desde las carreteras A-2 y A-3 y conserva un entorno no demasiado transformado por la acción humana en el que se puede entrar en contacto con la flora y la fauna típicas alcarreñas.

Por otra parte, los restos exhumados en excavaciones más antiguas parecían indicar que la última ocupación del yacimiento no era romana y, por tanto, la nueva intervención podía proporcionar una valiosa información sobre sus habitantes carpetanos, que son los grupos prerromanos que ocupaban parte de los actuales territorios de Madrid y Castilla-La Mancha y de los que tan pocos datos se conocen.

Los espectaculares resultados que con las sucesivas campañas de excavación se fueron obteniendo, nos proporcionaron información sobre el elaborado trazado urbano de este asentamiento, con calles que se cruzan formando manzanas de grandes casas adosadas. Se han diferenciado varios niveles de ocupación superpuestos que evidencian remodelaciones o cambios de funcionalidad en las estructuras habitacionales excavadas. Y contamos con el abultado ajuar doméstico que tras el último abandono del poblado quedó enterrado hasta que, casi dos mil años después, nos propusimos rescatarlo con metodología científica.
Todos estos datos corroboran la idea primera de creación de un Parque Arqueológico que en un futuro verá la luz.

Nos dará la posibilidad de volver a escribir con trazo firme este pequeño capítulo de nuestra Historia poniéndonos en contacto directo con aquellos carpetanos: poder pisar sus anchas calles empedradas y deambular por sus casas de piedra y adobe de tres habitaciones, saber qué tareas realizaban de forma habitual, saber que se habían aplacado sus, así relatadas, ansias belicosas y que se dedicaban a labrar sus tierras y a criar una importante cabaña ganadera, que transformaban, moliendo, tejiendo o fermentando, la materia prima obtenida, que eran alfareros y trabajaban el metal con gran precisión, que comerciaban y usaban monedas y apreciaban los productos de valor obtenidos con el intercambio… En fin, conocer la vida cotidiana de los habitantes de esta auténtica ciudad prerromana cuyo nombre real aún permanece anónimo pero a la que, con el día a día de nuestro trabajo arqueológico, intentamos colocar en el sitio que le corresponde.

FUENTE: M.A.R.

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